Presentación Doble Presentación - Amanecer Oscuro de Mayra Jazmín Lucio y Del amor y otros atropellos de Nicolás Reffray


un poema y un cuento para que se vayan deleitando


/cuarenta y nueve/

…jugar a ser la Mujer
maravilla
resonancias de la niña
presente de su mundo
fantasía
monstruoso drama
Querer asir los recuerdos
la locura, la verdad
insoportable
conocer la soledad
despertar en llanto
un rapto de catástrofe
ahogo de nubes graves.
Pero hay un signo sin apocalipsis
un atisbo de ternura
condensa corazón
diminuto, tiembla
vida sangrante
apenas soy un ser que late
para jugar a ser…


M.J.L.





Alejandra

Alejandra no había probado bocado, su plato permanecía intacto. Yo la escuchaba, o pretendía escucharla, mientras engullía la pasta aun tibia. Sus ojos debían de estar empapados, su voz me lo decía. Sus movimientos me resultaban hipnóticos. Como en un pendular, oscilando frente a mis ojos, su pecho suspendía el aire en su recorrido a mis pulmones. Por momentos su tono se crispaba, y yo tenía la sensación de que estaba gritando.
Se movía toscamente, sus manos gesticulaban, como si se estuviera comunicando conmigo mediante lenguaje de señas. Yo me hallaba lejos, en lo profundo de aquel paraíso de piel pálida y aún firme, pese a los años. Imaginaba sus pezones, duros como almendras. Podía percibir el perfume de su piel al otro lado de la mesa, flotando en el aire hacía mí.
Su plato permanecía impoluto; su boca no dejaba de emitir sonido. Hice un esfuerzo sobrehumano por prestarle atención a sus palabras, pero todo era inútil, estaba maniatada, con los ojos estáticos, pétreos, ciegos, fundidos con aquel torso majestuoso que anulaba mis otros cuatro sentidos.
Alcancé a oír algo sobre su ex marido, algo sobre mucha angustia y desencanto, algo sobre una ruptura; sin embargo, todo esfuerzo que hice por entenderla resultó exiguo. Fría, helada ante su desconsuelo, deseaba tocarla, devorarla de un solo bocado, probar el dulzor aguachento de sus areolas rosadas, enormes y gentiles.
Alejandra continuaba moviendo los labios, de su boca manaba el sonido, pero yo no alcanzaba a distinguir palabra alguna. Tan solo imaginaba aquel sonido indescifrable convertido en jadeo, vuelto un gemir hondo y constante.
Quería comer de su pecho allí mismo, sobre la mesa, a la vista de los demás comensales.
Cuando por fin llevó el tenedor a su boca, la pasta ya debía de estar fría, pero ella no pareció notarlo.
Mi plato estaba limpio, mi mente sucia. Deseaba tener aquellas tetas lascivas colgando frente a mí, sin el resguardo de la ropa, y sin la insoportable compañía de su parloteo. Quería gritarle, por primera vez mirarla a la cara y gritarle con toda mi alma empujando cada una de mis palabras: que su voz era un estorbo, que su cuerpo estaba en pugna con mis ojos, y que no aguantaba un minuto más sin arrancarle el vestido.
Claro está que no hice nada de eso, continué asintiendo de a ratos, como si mi atención estuviese puesta en su monólogo interminable.
Alejandra solo buscaba desahogar su interior, y yo comenzaba a sentir deseos de liberar el mío.

N.R.

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